Solo cinco días
Raquel Ortiz Bolfán | ROB

Intentó colocar adecuadamente el obturador, mirando a través de su semiautomática antes de disparar. Después se quedó unos instantes observando cómo había quedado la fotografía. En ese preciso momento colisionó con un hombre que la hizo tambalearse y caer casi al suelo, esparciendo todo el contenido de su bolso.
−¡Lo siento, qué torpe que soy, deja que te eche una mano por favor, es lo mínimo que puedo hacer! −insistió ayudándola a recoger las cosas que le habían caído. No le gustaban los extraños, y precisamente con éste, tenía una inquietante sensación indescriptible, así que, se apresuró en guardarlo todo, dándole las gracias y despidiéndose, marchó hacia su casa.
Después de ducharse, sentada en el sofá, empezó a buscar la cámara en su bolso para pasar a su portátil, las fotografías realizadas, y se extrañó al encontrar una tarjeta que no identificaba como suya y cuyo título decía, «sin camino».
«Seguro que hay una explicación razonable para todo esto. Cuando recogí todo en el suelo, se pudo entremezclar entre mis cosas. Esto no iba para mí, imposible, pero ¿y si él colocó intencionadamente la tarjeta para que yo la recogiera? ¿Fue algo predeterminado?».
Estaba nerviosa y sabía que no era el mejor momento para irse a dormir, necesitaba respuestas. Encendió su portátil para iniciar una exhaustiva búsqueda, que le ayudara a aclarar sus ideas. Escribió en el navegador el titulo de la tarjeta, pero no tuvo éxito.
Estaba a punto de darse por vencida, cuando llamó la atención de su retina un banner con el mismo dibujo que la tarjeta y con la información, «desearás llamarme». Pulsó sobre él, y se le abrió un identificador con un código de entrada.
Sin pensárselo dos veces, tecleó cuatro cifras al azar, sin obtener ningún éxito. A esas horas el cansancio y el bloqueo mental, determinaba su estado anímico, pero la intriga podía más que su propia cordura. Estuvo reflexionando que clave podría ser la correcta, así que cogió la tarjeta como si fuera su fuente de inspiración, y la revisó por todos los lados, hasta darse cuenta que, en la parte inferior derecha, había una holografía. Levantó la tarjeta para ver justo en la esquina lo que necesitaba. Introdujo los cuatro dígitos de la contraseña y se le abrió una nueva página, con el siguiente mensaje:
−«¡Bienvenida Clara! te esperamos el próximo viernes 15 de agosto. Te enviaremos una notificación con las instrucciones que deberás seguir».
−¡Joder, otra vez no! –exclamó angustiada.

Parecía que todo aquel mensaje subliminal, solo lo podía entender su avispada mente, tenía una gran carga de profundidad, tan intensa como un episodio anterior vivido. En ese párrafo, había reconocido algo que la había trastornado profundamente. Paralizada delante de la pantalla de su portátil, sintió el paso de aquellas imágenes y emociones borrados, como fotogramas de una película ya vivida, en los últimos instantes antes de morir.
−¡Hija de puta! seguro que vuelve a ser ella. –dijo pensativa.