Solo recuerdos
Elisa Mateo Miró | Lima

La víctima estaba insulsamente apartada del centro de la estancia, arrinconada entre el plano vertical y horizontal de las superficies que había representado la última interpretación de sus sentidos.
Demanejada en una posición extraña en el suelo. La rótula de la pierna derecha parecía crujir reverberando en los huesos y ligamentos del investigador recién llegado a la escena del crimen. Por una vez, los ojos sin vida del cuerpo estaban ocultos detrás de una maraña de pelo que parecían ahogar un cuerpo ya inerte.
Tras asimilar, no tanto la escena, sino el trabajo que vendrá a continuación, el investigador pierde su título, y vuelve a ser una adulta, una madre, que encuentra al culpable del delito sin cargo de conciencia en la misma sala. Durmiendo tranquila, la niña causante de la tragedia duerme la siesta en el sofá, siendo su postura parecida a la de la muñeca de la esquina.