SOLSTICIO
Ana Isabel Guerra Martínez | EDÉN

I ALBA
Esa mañana salí de casa después de lo que creía que había sido un trabajo de maquillaje,peluquería y vestuario impecable, con el pelo brillante y cuidado, peinado en un moño bajo, traje de americana y pantalón de un precioso color teja, bolso y zapatos de marca y gafas de diseño tras las que escondía mi primitiva sensación de alerta continua, de lomo erizado y mirada desconfiada y suspicaz.
Mi caminar era seguro pero mi conciencia no, de camino al trabajo con cada paso que daba notaba miradas exigentes clavadas en mi nuca, los contactos oculares con la gente que se cruzaba en mi camino eran mezcla de prejuicio, minusvaloración y rechazó e incluso en personas denote asco, es posible que fuera un mal efecto del sol en las gafas pero las caras de los viandantes se volvía grises, serias y fruncidas, todos andaban en dirección contraria, uniformados como si de un ejército de desaprobación se tratara. La acera se estrechaba y mi andar se volvía inestable, el pavimento irregular me hacía sentir ridícula, ebria, habían descubierto mi piel resquebrajada, mi mirada inhumana y mis extremidades angulososas, habían descubierto lo que era, la realidad que escondía.
II OCASO
Las bestias siempre volvían en las noches, con sus cuernos abruptos y sus miradas opacas levantando polvo en lugares vacíos, en estampida, huyendo del incendio . Y en eso se había convertido mi vida con él, en humo y polvo, en desear huir del fuego después de que todo acabase. Coqueteaba con la idea de que muriera y de que lo haría sufriendo, por la vida que me había dado, fantaseaba con que al despertar un día ya no estuviera, con sentir ganas de vivir, de arreglarme, de volver a encontrarme de nuevo. Por otro lado, me sentía ambivalente, deseaba deshacerme de estos pensamientos, me convertían en un ser no racional, en un animal,en una de esas bestias que me visitaba en lo que creía que era un mal sueño.
III SOLSTICIO
El olor a quemado impregnaba todo, el humo penetraba sucio y denso por mis fosas nasales, el picor en los ojos, la visión del fuego me ardía las córneas, a lo lejos, naranja, acercándose peligrosamente, un amarillo cegador y finalmente envolviendo toda mi capacidad visual un brillante y onírico violeta, el mismo fuego que consumía y brotaba irregular en carrera por el suelo de tarima, subía por las jambas de las puertas, trepaba por las paredes tiñiendo la habitación de colores,ceniza, humo, final y esperanza.
Recordé que al hiperventilar se consume más rápido el oxígeno, al inspirar ya notaba la capacidad mermada de mis pulmones, había llegado el momento, tenía que huir, no me dio tiempo… Algo en mi cabeza se nubló y como de una visión disociada se tratara, a lo lejos vi mi cuerpo lánguido, sin tono, etéreo y a cámara lenta caerse de lado sobre un suelo en llamas.