Cada tarde miro las sombras de la pared. Cuando el sol empieza a bajar, proyecta en el cabecero de la cama dibujos grises de la reja del balcón y de las flores de las macetas. Si pasa una ambulancia o un coche de policía por la plaza las imágenes se colorean de rojo o azul y se mueven en una especie de cine primitivo. Entorno los ojos y pienso que soy un pez o una tortuga descansando en una piedra, en la orilla de un mar de flores japonesas. Los frascos de perfume de la repisa del cabecero de la cama refulgen un momento, como si pudieran sonrojarse, su momentáneo rubor así parece decirlo. Entonces empieza el baile de olores y recuerdos. Las ramas de los árboles de la plaza, los pétalos de las flores y las rejas del balcón se convierten en el papel de la pastelería donde me envuelven los olores y los recuerdos.
Cuando la bandeja de mis recuerdos se abre, en el baile de sombras puedo ver mi sombra de la mano de la de mi padre en la orilla de la playa. O en el paseo del estanque del Retiro, donde íbamos a darle pan duro a las carpas todos los domingos. Y mi sombra al lado de la de mi madre la primera vez que me llevó al cine. La primera película que iba a ver en mi vida. Era de delfines. Mi madre llevaba una blusa azul y se reía cuando me miraba, por lo contenta que me puse de ir al cine, y de ir al cine con ella. Y solo con ella sin mis hermanas ni mi padre. Mi madre olía siempre a flores. En mi recuerdo vamos flotando por una calle de
agua que lleva al cine que tiene la pantalla azul con los delfines y huele a nenúfares
azules. Y mi madre se ríe todo el tiempo mirándome a mí que miro a los delfines.
No soy dada a manifestaciones emotivas, me resultan incómodas y prefiero conservarlas como tesoros de mi vida secreta. Soy inspectora de policía, no puedo decir en la comisaría que me guio más por mi intuición que por los hechos. Con vestirme como miss Marple y tomar té con pastas ya es más que suficiente. Mis compañeros me lo perdonan porque acierto siempre y si es siguiendo mis corazonadas…
El barrio lleva días revuelto. Han robado en el vivero, en la papelería y en la perfumería. El ladrón parece tener un gusto exquisito y ninguna necesidad económica. Roba objetos hermosos. Solo eso. No he confesado a nadie que esta mañana no me ha sorprendido ver sombras distintas. En mi balcón había un rosal nuevo y en la maceta dos paquetes perfectos. Olía a nenúfares y me pareció ver la sombra de una mujer con una blusa azul. Antes de abrirlos supe qué eran. No abriré un expediente, algunos archivos se pierden para siempre en la memoria.
Gracias mamá, esta primavera huele a agua en Madrid.