No se cuanto tiempo llevo frente al espejo, contemplando mis ojos, las ventanas del alma, solo veo el negro intenso de mis pupilas tristemente lúgubres.
Siento un frío que recorre todo mi cuerpo, nace en mis pies sube y baja constantemente, mi piel se estremece, me agobio. Me voy a la cama y se que no podré dormir, también sé que no voy a tener respuestas a las preguntas de mis demonios nocturnos.
Pienso en esos crímenes, la ciudad duerme asustada, el olor putrefacto del miedo colectivo se respira en cada esquina, la ansiedad se apodera de los rostros sin nombre que deambulan al atardecer, cuando el sol se oculta y la noche gana terreno las viejas farolas poco pueden hacer para iluminar las viejas calles empedradas del pueblo, somos simplemente presas de un depredador.
Pienso, sólo una mente muy perturbada puede ser capaz de cometer tan horrendos crímenes. No puedo seguir en esta cama, debo salir, debo actuar, los pensamientos no hacen nada, tomo mi abrigo y salgo con decisión, bajo las escaleras y cada peldaño que me acerca a la calle me genera más intriga, afuera siento una tensa calma, la neblina en complicidad con la noche solo incrementan mi desasosiego, el miedo, la angustia. Siento los latidos de mi corazón, mi respiración se compromete y me cuesta mantener la calma, no se que hacer, no se cual es mi siguiente paso, no soy un superhéroe soy una persona normal con la necesidad de ir a por él, de frenar esta locura, de poner fin a esto.
Camino sigilosamente bajo aquella luz tenue casi romántica que algún día fue agradable y de tranquilidad hoy es un escenario digno de terror, el silencio ensordecedor de la madrugada y la soledad son tan imponentes como el miedo que me embarga, me envuelve un profundo pánico que casi me impide moverme. Mis manos y mis piernas tiemblan, no se donde estoy pero es un lugar común he estado aquí, todo es confuso, la noche, el frío, la niebla, las ansias, mi mente colapsa debo parar, pierdo el control de mi respiración, mi corazón late cada vez más intensamente, me agobian todos los pensamientos, debo parar. Me observan lo se, está cerca de mi su presencia es tácita.
Corro, con miedo, con lágrimas, sin control, con las pocas fuerzas que me quedan. He perdido la noción del tiempo, solo corro, abro mis ojos, reconozco el lugar, es mi hogar, entro y cierro de un portazo, caigo de rodillas, lloro inconsolable.
Un ruido me devuelve a la realidad, son golpes a mi puerta, escucho voces, intento incorporarme. Se repiten los golpes, quiero calmarme. Abro, son 4 o 5 personas uniformadas, solo reconozco a una, vestida de blanco con gafas, es un rostro familiar.
¿Es ella? preguntaron.
Si, respondió, es mi paciente pero no se cual de sus personalidades.
Vamos nena, ya te lo he dicho, no hay ningún peligro en las calles, no se ha cometido ningún crimen, estamos seguros.