SUBMUNDO
Agnès Ortega Pérez | Agnès Ortega

María, Jaime y yo paseábamos por una calle larguísima que justo en medio de ella se encontraba el submundo, una brecha grande formaba el subsuelo. Éste a sus paredes estaba lleno de edificios incrustados en la roca. En medio de la subcalle un río que lo inundaba todo hasta el segundo piso, por lo menos los edificios eran de cinco alturas. Había mucha gente, personas que se metían en el agua, gente que caminaba por la calle como si nada, por bajo del agua, asombroso. Acabé deduciendo en mi foro interno que se trataba del rodaje de una película, pero tenía la duda de si eran personas muertas, pensaba cómo podían respirar bajo del agua sin ahogarse.
Me entraron unas ganas infinitas de introducirme en el submundo, pero me atemorizaba no poder respirar bajo del agua. Miré a mi alrededor, Jaime y María se quedaron fijamente mirándome. No entendían qué me estaba sucediendo. Entonces señalé el centro de la calle. No me entendían. Les expliqué lo que estaba viendo. Sus caras seguían muy extrañadas. Parece ser que no veían nada de lo que les explicaba. Tomé la acción y me lancé sin temor al centro de la calle para demostrar de qué se trataba. Vi como los rostros de mi hijo e hija se alejaban rápidamente. Miré hacia abajo y veía como me acercaba al agua estrepitosamente. No quise pensar en nada, solo quería entender qué estaba sucediendo. Me sumergí en el submundo y corté mi respiración por miedo a ahogarme con el agua. Llegué a la carretera y me vi rodeada de personas que vivían el mundo de una forma distinta. Veía paz, calma, armonía. La gente caminaba en sintonía, con fluidez. Habían muchas sonrisas. Seguían apareciendo más personas que llegaban del Mundo superior. Bajaban por el agua y se quedaban igual de perplejas que yo. Por un instante quise respirar y me acordé del agua, pero entonces empezó a faltarme el oxígeno y necesitaba respirar. Tuve que actuar velozmente y nadar hasta la superficie. Una vez allí miré hacia arriba. Allí arriba estaban mi hija e hijo mirando a todas partes sin poder verme. Les grité muy fuerte pero no me escucharon Empezaron a llorar y a gritar mi nombre bien alto.
Silencio. Mientras me mantenía a flote intentaba pensar qué hacer. ¿Submundo? ¿Volver al mundo? Quería permanecer en la paz, pero los gritos desgarradores me hacían retorcerme de dolor. Si volvía junto a mi hija e hijo eso desaparecería y con ello la paz. Difícil elección, el tiempo se agotaba y no quedaba más que tomar una decisión. Me llené entera de tristeza y regresé resignada donde la calma y la paz quedarían en un sueño eterno y mi hijo e hija no me extrañarían por más tiempo.