TALIÓN
Desislava Strahilova Dimitrova | DO SOSTENIDO

“El cuerpo ha sido enterrado recientemente.” Constató el inspector ajustándose la chaqueta, tras haber visto minutos antes quién lo había sepultado.
“Hombre de mediana edad, con bigote y muchas arrugas, bien vestido, con traje y chaleco y juraría que también un monóculo en el bolsillo derecho de este. Uno setenta, pelo canoso, uñas llenas de tierra.” – Dictaba el forense el informe.
-No entiendo quién le haría esto al detective Figueroa. -dijo el oficial un tanto lento.
-Teniendo en cuenta su oficio… no son pocos.
-Ya, pero no lo merecía.
-Nadie merece perder a un ser querido.
Cuando Tulio mató a Irai este ya había excavado su tumba, su hermano le había obligado a hacerlo, quería prolongarle el dolor, pero no era suficiente. “No era justo matar”, eso dirían los demás, o al menos le habían estado diciendo hasta ahora. Pero ¿acaso era justo robar vidas? Eso no es menos reprochable. Hace tiempo que Tulio quiso entrar al cuerpo de policía y su hermano le privó de la oportunidad, yendo a recoger el fruto de sus esfuerzos cuando salieron los resultados y él estaba enfermo. ¡Bastó con que Irai se presente y diga que es Tulio! ¡Ninguno de esos incompetentes se había dado cuenta! ¡Eran iguales desde su nacimiento, pero deberían haberse dado cuenta! ¡Era él el competente! Tampoco se enterarían ahora. Engañar a su hermano fue tan fácil como dejarse crecer el bigote para ser ahora verdaderamente iguales. Se fingió arrepentido y tocó en su puerta. ¡Qué tonto el muy ignorante cuando le creyó sincero! Tardó poco en apuntarle con la pistola y mucho en preparar su lecho. Le obligó a que intercambien la ropa, ¡qué bien le quedaba el uniforme! Su maldito suplantador era lento excavando y le hacía posponer cada vez más su coronación. Cuando Irai terminó de excavar no hubo diálogos ni miradas intercambiadas, sino un disparo cobarde en la nuca. Llamó el gemelo a la policía, haciéndose pasar por un testigo anónimo. Las sirenas se oían, sus compañeros estaban llegando. Y después de tanto tiempo, Tulio estaba al fin en su lugar.
Algo interrumpió sus pensamientos recordando lo ocurrido en frente del cadáver de su sangre, no pudiendo esconder la sonrisa. Era un chico flacucho que le miraba con respeto y ahora abría la boca.
-Inspector Irai, siento mucho la pérdida. -dijo el oficial.