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Era una noche de mucha niebla. La mansión de Ágata estaba en mitad de la oscuridad rodeada de árboles. El detective Tello, con sus inseparables gorro y gabardina se adentró en la misma para investigar lo ocurrido.
-Tello, tenemos tres sospechosos, los sobrinos de la fallecida. Al parecer, el móvil del crimen puede ser su herencia.- Señaló la comisaria Chacón.
-¿No me digas, Chacón? ¿Estamos jugando a ‘La herencia de la tía Ágata’?
-No hay tiempo para bromas. La realidad vuelve a superar la ficción. Ahí tienes a Carla, hace un rato encontraron el bote del veneno usado en las galletas que mataron a Ágata en la papelera de su cuarto.
-Carla, soy el detective Tello. Al parecer su tía murió comiendo unas galletas…
-¡Qué ironía, las mismas que podían haberme matado a mí con solo rozarlas!- El detective hizo una mueca y Carla añadió: -Soy muy alérgica al jengibre, no lo puedo ni tocar.
El detective Tello se acercó al cuerpo. Su intuición no fallaba. Al abrirle el puño tenía un trozo de papel, en él una raya pintada. Lo comentó a la comisaria y se dirigió a hablar con Tristán, al parecer habían encontrado en su tablet búsquedas de recetas de galletas.
-Tristán, al parecer fue usted el que llamó a la policía.
-Sí, acababa de llegar. Mis hermanos vinieron en avión el día anterior, pero yo vine en autobús. Entré y la vi ahí, tirada en la alfombra.
La comisaria Chacón le informó de que habían encontrado la libreta desde donde cortaron el trozo de papel que guardaba Ágata en su puño en la guantera del coche de Román.
Tello no entendía nada. Los tres sobrinos tenían pruebas en contra. Sin embargo, Carla no podía haber hecho las galletas, además el papel es como si Ágata quisiera escribir quien la mató y solo le diera tiempo a escribir la primera letra o parte de ella, por lo que si es una raya, apuntaría a Tristán o a Román, nunca a Carla porque la “C” es curva. Tristán, llegó cuando Ágata ya había fallecido y ese veneno actúa después de horas. Y finalmente Román se había ido desde por la mañana al pueblo con unos viejos amigos a pasar el día y vino cuando Tristán le llamó. ¿Habrían sido los tres?
En ese momento se acercó Román.
-¿Sabía que a mi tía le encantaban las novelas policíacas, los juegos de misterio…? Cuando éramos pequeños, nos hacía búsquedas del tesoro para encontrar nuestros regalos. Creo que estaría contenta de haber muerto de una forma tan misteriosa.
Tello se dirigió a la habitación de la anciana con una clara intuición. No tardó en encontrar informes médicos que no la daban más de unos meses de vida, anotaciones de lo que tardaba el veneno en actuar, horarios y planes de los sobrinos. Amante de las novelas, se montó la suya propia poniendo pistas falsas para culpar a cada uno de ellos y asegurándose de que tenían coartadas para quedar exculpados.