TIEMPO INMISERICORDE
JUAN CARLOS VALENZUELA GARCIA | Cuqui

Llegó a la escena tan pronto como el tráfico se lo permitió. Todo estaba acordonado y la inspección ocular no había comenzado. Le esperaban, no solo por su veteranía, también por su intuición. Muchos creían que tenía comunicación directa con los muertos.
La visión atroz de los cuerpos asesinados de los críos era la gota que colmaba un vaso lleno de cadáveres de 30 años de servicio. La familia tenía tres hijos y estaban entre la “chaise longue” y la televisión, que aún permanecía encendida. El padre se hallaba en una butaca y su cabeza estaba desparramada por el salón. La madre se encontraba en el extremo alargado del sofá. Le faltaba la mano derecha y tenía un corte en su garganta.
El detective se cubrió los pies con fundas de plástico y se colocó los guantes. Sus primeras palabras fueron para la forense. Quería saber la temperatura de los cuerpos. Los niños fueron los primeros en morir. La sangre emanada de sus cuerpos había pasado de su color rojizo característico al marrón. En cambio, se tenían dudas respecto de la madre y el padre.
Su compañero, otro veterano, lanzó su hipótesis. “Ha sido el padre. Primero mató a los hijos, luego le cortó a su mujer la mano y le rajó el cuello. Después se pegó un tiro, por eso tenemos el arma a un lado y el hacha en el otro”.
El detective meneó la cabeza. “¿Cómo era posible que la madre se mantuviera impasible mientras troceaban a sus hijos? No, esa versión no le cuadraba”. Se sentó en un puf y mantuvo la mirada fija en cada uno de los muertos. Hizo caso omiso de los cuchicheos, “ya está hablando con ellos”. Y en cierto sentido, él sentía una conexión, no sabía explicarlo, pero le ayudaba a ver con claridad cosas que estaban al alcance de todos. Se levantó y habló: “Fue la madre. Es la única que parece que no ha tomado nada. Tanto los niños como el padre tienen cerca una bebida. El examen toxicológico apuesto a que dirá que contienen somníferos. Una vez dormidos, la madre, que tenía una enfermedad terminal, como la autopsia también revelará, y cuyos síntomas eran más patentes en la mano cortada, de ahí que fuera esa la elegida, mata a los hijos. Después le vuela la cabeza al marido, pero comienza a cometer fallos. Si quería simular un suicidio, la escopeta deberia haber estado sujeta entre las piernas, pero está perfectamente colocada a la izquierda, cuando, además, el marido era diestro. Su bebida y el mando a distancia están a su derecha. Luego para tapar su enfermedad y posible móvil, corta su mano más fuerte, la derecha, de ahí que el corte de la garganta sea tan irregular. Si hubiera sido el marido, el corte sería más profundo y recto”.
Tras su análisis, salió de la vivienda y encendió un cigarrillo. Estaba seguro de llevar la razón, pero faltaba contestar la pregunta más importante, ¿por qué culpar al marido?