Tinieblas sobre el caso.
José Andrés Soto Puerta | Andres Puerta

Algo interrumpiría la tranquilidad de la fría noche casi sin venir a cuento, pues un rugir semejante a la pólvora dominaría el ambiente por unos instantes. La cuestión es que a diferencia del furor festivo de los fuegos artificiales, aquel ruido produciría menos eco, a la vez que sería terriblemente más precisa y sincronizada.
Al día siguiente, una parte de la calle amanecía acordonada; pero ya sin un cuerpo inerte tirado en el suelo como un maltrecho muñeco, puesto que los forenses a primera hora lo habían empaquetado en una bolsa de cadáveres para llevárselo a la morgue y estudiarlo. Todo esto ante la mirada morbosa de los vecinos y transeúntes que casualmente pasaban por el lugar.
Un acontecimiento que podría compararse a una obra teatral; con la escena del crimen haciendo de escenario, los forenses de actores secundarios, la victima de protagonista, el homicida de villano y los vecinos de espectadores.
Aunque claro que algunos forenses se quedarían para seguir recolectando pruebas como palomas al alimentarse, puesto que la clara intención de los investigadores es la de armar ese complicado puzzle de piezas ambiguas y pistas de difícil codificación; viniendo tras eso una multitud de dudas y mitos que infectarían el ambiente no tan inocente del barrio, y la tinta maliciosa de algunos periódicos amarillistas.
Tantas lunas de desvelo para descubrir algo que, sin mencionar a los implicados, solo fue visto por inanimados ojos. Ojos que solo pueden dar testimonio mediante un lenguaje de complicada traducción, como si se tratara de un texto antiguo escrito por medio de un alfabeto milenario totalmente desconocido.
Un caso inmerso por múltiples rutas laberínticas cuyo enigmático final nos dará la clave para desempañar la borrosa identidad de aquel desalmado criminal que creyéndose con el derecho de hacer de ángel de la muerte, profanaría el sitio con sangre.
Un homicida hasta ahora desconocido que se atrevió a romper con la armonía del barrio, las normas terrenales y las leyes sagradas del cosmos, tras apretar con sus frías manos el gatillo asesino de su pistola.
Pobre de aquella alma que tuvo que experimentar aquella terrible salvajada que le daría jaque mate a su vida. Que en paz descanse.
Pobre de aquellos forenses que tratarán de dar claridad a aquel oscuro caso que parece nunca tener solución. Ojalá pronto se encontrase algún sol o cualquier lumbrera que con su poder derroque el tiránico reinado de las tinieblas sobre aquella confusa investigación.
Mientras tanto, el caso estará primeramente atado a las cadenas de la incertidumbre y el azar, al tiempo que los detectives tratarán por todos los medios de encontrar la llave que desate la verdad, antes de que esta caiga irremediablemente a las terribles garras de la impunidad.
No obstante, todos tienen la fe de que los planetas se alinearán de manera favorable para que con su bendición se pueda resolverse; evitando así que aquel suceso termine siendo devorado ferozmente por la injusticia y el olvido.