Todavía no lo sé
Anastasia Sopale Thompson | Aniasth

Calle desierta. Qué esperar pasadas las dos de la madrugada. Mi única compañía es el Marlboro que abrasa mis pulmones, pero ahuyenta a los tres grados negativos de mi cuerpo veterano. Aceras en aparente calma salvo por una portada de periódico que juega al pilla pilla con la leve brisa. Mi chupa de cuero, algo castigada con el paso del tiempo, aún conserva la habilidad de aislarme de la intransigencia del clima.

La sombra que ha usurpado a la luna es el pretexto perfecto para la comisión de atrocidades. Solo pensar en ello me pone enfermo, ¿como el espectáculo que estoy a punto de presenciar? El oficial Furiase siempre me hace de telonero, ya se ha metido de lleno en ese infierno; para mí ya tiene cuerpo de subinspector, no lo hace mal, le hecha cojones el tío. Yo, en calidad de inspector, me hago de rogar pero al tajo, con la piel curtida en mil batallas, tronchas mediantes y algún que otro roce de alguna bala indiscreta.

Salgo , en fin, del zeta, reajustándome el cinto. Última calada y con paso marcial, culo prieto, rumbo al burdel de la Calle 13: misma fachada solo que cuajada ahora de carteles donde a partir de veinte euros puedes disfrutar de un show 2 X 1, estriptis en un reservado y un buen polvo que te deje mirando a Andrómeda… Eso sí que es ser un buen astronauta, con permiso de Pedro Duque.
La recepción del local como de costumbre, impera el humo fantasmagórico de la nicotina, corre el alcohol y la carne de oferta va en tanga por decoro. Los asiduos parecen haber visto a un resucitado cuando entro. A tres metros de mí veo a Furiase interrogando a una de las chicas; con tanta pluma que la envuelve parece querer salir volando; su crostro un poema. Había que sacarle las palabras con sacacorchos. Furiase con mucha mano izquierda, tratando de tranquilizarla y sonsacarle.

Con ceño fruncido, me hago notar tocándole el hombro al oficial, quien asiente con la cabeza. Pero con una mueca de las suyas, ya me advierte de que lo que me voy a encontrar, ni en las peores pesadillas.

Sin expectativas, me topo con un pequeño coro de la Científica tomando ya muestras: un cabello rubio por aquí, algún tacón por allí, condón usado por allá, etc. Todo introducido en bolsas al vacío para meter en el frigo. ¡Menudo festín iban a pegarse! Yo de coña hasta que ojalá no hubiera visto lo que he visto: cuerpo lacerado, contorsionado en ángulos imposibles, corbata colombiana con la cabeza vuelta del revés.
¿Crimen satánico?

De pronto, todo oscuridad. Voces antes susurrantes, ahora calladas para siempre y de golpe. Lo que estaba vivo, ahora… ¡Furiase!
Pensé en él.
Se hizo la luz de nuevo. Mis peores sospechas se confirman: todos fiambres.
Furiase, desnucado.
¡¿Qué cojones ha pasado aquí?! Ni el barman; ojos fuera.
A mi espalda, él, o no sé si eso era una persona.
Todavía no lo sé, no sé lo que he visto.