TODO SE PAGA
Gloria Mª Bosch Maza | VIRGINIA WORD

Nada más ascender al Séptimo Cielo el recién llegado presentó en recepción, no sin antes solicitar cita previa, un informe con todos los datos, como hacían todos los que abandonaban su cuerpo en la Tierra, menos los fallecidos por suicidio que tenían que presentar dos copias. El informe redactado por el “Ojo Avizor”, el emisario de Dios, detallaba todas las acciones que habían realizado durante toda su vida antes de dejar su cuerpo y emprender el camino hacia el más allá.
Debido a sus fechorías nada ecologistas y anti-animalistas el informe del nuevo inquilino no garantizaba una futura plaza confortable en el infinito. En sus cincuenta y tres años de vida había asesinado a cuatro mil trescientos mosquitos y mosquitas por pulverizaciones venenosas, dos mil ochocientas arañas por golpe mortal de trapo de cocina, doce conejos y siete ratas atropelladas en la carretera, dos cervatillos en una excursión de caza con los amigos y trescientas cincuenta cucarachas aplastadas con el pie derecho, sin contar los asesinatos de los que no había sido autor directo, pero sí testigo de la matanza, sin hacer nada por evitarla. Por otro lado, se había apropiado de diversas plantas aromáticas que había arrancado, de muy mala manera, de los montes donde solía hacer senderismo.
Jamás nadie le había denunciado en vida por haber cometido aquellos delitos además carecía de antecedentes penales por otras causas, pero al final su inmunidad no pasó desapercibida para el que todo lo ve.
El crimen perfecto no existe solo el crimen mal investigado y él a sus espaldas tenía ya unos cuantos así que Dios canjeó los puntos que había acumulado y decidió convertirlo, en su próxima vida y por su mal comportamiento, en murciélago. Al recién llegado no le entusiasmó la idea, pero era optimista por naturaleza. Cualquiera contradice al Supremo y menos con esos antecedentes de asesino en serie. Además siempre quiso ser trapecista y nunca lo consiguió. Ahora podría dormir con las patas colgando de un árbol, sin riesgo a caerse y distinguir seres en condiciones de oscuridad total así, si a alguien se le ocurría cometer una fechoría en su presencia, solo tendría que avisar al Jefe y con suerte, en la próxima vida, ascender a policía.
Quien no se conforma es porque no quiere.