El coche patrulla cortaba el silencio nocturno y del tubo de escape, nubes de humo condensaban la brisa fría y húmeda proveniente del río. En su interior, Jeremías, un viejo vagabundo sentado en la parte trasera ataviado con un arsenal de ropa que a duras penas conseguía protegerle de la dureza de la intemperie. Conduciendo el zeta, Aurelia Galeano la inspectora jefe de homicidios de la ciudad.
La encargada de un supermercado había llamado al 091 tras encontrar el cuerpo de un hombre en un contenedor. Cuando los policías llegaron al lugar de los hechos, la mujer declaró que minutos antes había oído discutir violentamente a dos personas y al asomarse describió a un vagabundo huyendo.
Ambos regresaban a aquel lugar, Aurelia quería comprobar si el vagabundo que había reconocido la encargada era el mismo sujeto que apestaba sobremanera. Su sensibilidad para los olores lo provocaba su reciente embarazo.
Mientras el compañero de Aurelia llamaba al juez de guardia y a la funeraria, ella buscó la oficina del súper y colocó allí a Jeremías, avisando a la encargada y a su compañero
― ¿Ese es el hombre que ha descrito?
― Sí, lo oí discutir y me asomé. Salió corriendo al verme.
― ¿Corrobora la versión de su compañera? ― le preguntó al otro empleado
― Por supuesto, soy el pescadero y desde una de las ventanas del almacén pude ver lo mismo
Aurelia se acercó al empleado con curiosidad ― Así que usted es el pescadero, ¿Dígame su nombre y apellidos? Es para el informe.
― Claro, Rogelio Alcaraz Prieto.
Aurelia sacó su libreta de atestados y apuntó el nombre, echándole de nuevo un vistazo. ― Quédense aquí, le diré al viejo que lo han visto, si confiesa, no tendrán que ir a declarar
La inspectora se sentó sobre la mesa apartando, organigramas, fichas y TPVs de una caja. Se tapó de nuevo la nariz para evitar el hedor de Jeremías.
― ¡Lo han visto! Será mejor que se declare culpable. Intentaré que el fiscal sea compasivo
― ¡Vaya!, ¿no sabía que llevarme una botella de whiskey estuviera tan castigado?
― ¡Una botella! ¿Qué botella?
― Está en el coche, junto a mis cosas, usted las puso en el maletero
Aurelia, al levantarse tiró algunos papeles y recogió del suelo una foto. Muy seria, dejó a Jeremías encerrado y fue en busca de la botella y del cadáver. La botella tenía rastros de sangre y le dijo a su compañero que la siguiera
― ¿Así que usted es pescadero? ― Aurelia sacó una ficha con la foto del empleado, que coincidía con el muerto, el pescadero ― ¡ Detenlo Portillo! éste no ha limpiado pescado en su vida, sólo huele a trena. Y usted señora, también está detenida, seguro que se le ocurrió todo. Querían quedarse con la recaudación, seguramente con TPVs falsos, la estrategia del pájaro cuco, siendo hoy viernes y fin de mes no era mala idea, tres días llenando otra cuenta.
Aurelia, pensó en pedir la baja, demasiado mal olor acumulado.