La red social El triángulo del Metaverso era el “quitapenas” de vidas anodinas, y la cara oculta de la perversión. Te alegraba la vida, allí no había nada prohibido.
Se entraba desde el ordenador, como a una página más. Si querías y consentías, mediante unas gafas veías que había bajo la ropa. Los juegos sexuales eran de libre elección, siempre con consentimiento pues al entrar pagabas la sesión.
Claudia, ejecutiva, era usuaria asidua. El típico retrato de la oprimida que acata leyes y las redacta ella.
Era abonada a Fabio: moreno, ochenta kilos, 1,90, brasileño. En su país era maestro de idiomas y eso a Claudia la volvía loca, esa sumisión, ese rol profesor alumna. En un momento álgido de la relación Claudia inducida por él se toma un éxtasis que le había proporcionado… entran en un juego hipnótico. Ella sucumbe a las peticiones de Fabio, el juego de sumisión era cada vez más fuerte y sádico hasta el punto de practicar hipoxifilia.
La primera vez que Fabio realizó esta técnica, salió bien, pero nunca la había hecho en una plataforma digital como era El Triangulo del Metaverso.
A Claudia le falla la técnica y muere asfixiada. Los operadores deciden parar la emisión del canal y corren a su casa para intentar ayudarla… pero sin éxito. Aunque disponían de médicos y UVI, jugaron con fuego y se quemaron. Iban con todo tipo de cuidado para no dejar restos, y se fueron formateando el disco duro para destruir todo tipo de pruebas. La dieron más drogas dispensables, para simular un suicidio y le ponen un tampax empapado de absenta en los genitales, aún estaba el cuerpo caliente. La ponen un pico de heroína, y se van dejando una escena dantesca, propicia de un desfase de manual.
Los demás usuarios se quejaron por la caída del servidor. Y lo peor, no contaron con que había entre los usuarios un infiltrado de la inspección técnica de policía con un perfil falso (en una investigación).
Él conocía a la víctima, ya que Claudia era un pez gordo de la Generalitat.
Víctor, el policía, acude su casa avisando a Billi y a Pol (inspectores de la secreta) que entraba a hacer un registro con la excusa de que la llamaba y no la localizaba. Como eran años convulsos (ETA) entró al piso sin problema.
Anteriormente ellos habían tenido un rollo afectivo sexual y él sabía que le gustaba grabar todo. Era consciente que el forense venía de camino y debía darse prisa.
Víctor descubre la videocámara, en la que sale un tipo que coincidía con un reincidente de la red de chulos. El tatuaje que lleva, tiene una variante nueva respecto de una foto anterior de una denuncia de un marido celoso. Pero descubre que es un ojo de bruja al que amplia con otro anillo, pero con diferente tinta. Víctor mira el disco duro y es esperpéntico… En la red no hay misterio sin resolver. Busca emoción en tu imaginación.