¿Quién es la persona más peligrosa? Se pueden ofrecer múltiples respuestas, a cada cual más maquiavélica y perturbadora, pero solo hay una solución correcta:
Un escritor en busca de inspiración.
Carlos no era solo un detective como se presentaba a ojos de todos, también, en la intimidad de su despacho durante las solitarias noches en su casa, era un gran escritor. Uno que ahora releía una y otra vez una página inacabada de un nuevo capítulo.
— Voy mañana a la oficina — respondió al escuchar la voz del oficial de policía al otro lado de la llamada. — ¿Alguna novedad? ¿Un rastro o …?
— Nada — escuchó su suspiro, — es un callejón sin salida. Parece el crimen perfecto. Sospechamos que el secuestrador ha tenido relación con la policía, conoce tan bien nuestro procedimiento que no ha dejado ninguna pista.
Dos emociones surcaban el rostro del detective. Por una parte, frustración. Leía las últimas líneas de su novela mientras escuchaba de fondo la voz de su amigo repasar sus escasos avances. No podía plasmar una realidad en su escrito si la historia no continuaba. Pero también sonrió, una satisfacción le hinchó el pecho de orgullo al ser consciente de la gran historia que acontecía.
— Tengo que colgar, nos vemos mañana — avisó, decidido a continuar con el siguiente capítulo de su historia.
— Ni se te ocurra ponerte a trabajar ahora, Carlos — rodó los ojos ante el tono del policía. — Descansa y olvida la investigación hasta mañana.
— Solo voy a buscar inspiración — contestó, saboreando su propia respuesta.
Colgó el móvil antes de que su amigo pudiese preguntarle a qué se refería.
Salió a dar una pequeña vuelta por el jardín de su casa, impregnándose del olor a hierba recién cortada y de la exquisita mezcla del frío de la noche y el más absoluto silencio. Con un paso suave y tranquilo, digno de un hombre que posee todo el tiempo del mundo, entró en el pequeño cobertizo junto a su casa.
En el medio de la pequeña sala recubierta de paredes de madera, se encontraba amordazado el rostro que había sido común las últimas semanas en muchas noticias y carteles junto el rótulo “Desaparecido”.
Su cara estaba sudorosa, seguramente por múltiples intentos de escape sin resultado. Carlos se vio reflejado en los ojos azules del hombre, empañados de terror cuando le vio coger un cuchillo que estaba posado sobre una mesa de madera. A medida que se acercaba, escuchaba sus gritos silenciados y ahogados bajo la mordaza que cubría su boca.
Una comisaría de policía suele tener un ambiente tranquilo y un intenso olor a café mañanero, pero ese día estaba plagado de nervios y apuros.
— Apareció un cadáver. — El oficial se dirigió al detective, dirigiéndole hacia una pizarra que contenía los datos de la investigación. — Encaja con la descripción del desaparecido.
Carlos asintió ocultando su sonrisa. Tomó asiento mientras abría en sus manos la ficha policial, listo para trabajar y seguir recolectando sucesos que transcribiría durante sus noches.
— ¿Cuál es el siguiente paso en nuestra investigación, oficial?