UN CADAVER EN EL ASEO
ELOY ALVAREZ BAREA | El ABU

Era un callejón de esos que aparecen en las películas americanas, por supuesto sin salida, parece que les pone este tipo, al fondo se veían tres coches de policía aparcados en el centro y un revuelo de uniformes que entraban y salían.
-. Buenas tardes señor inspector. El cadáver esta al fondo en el cuarto de aseo.
-. Gracias Benny.
El bar estaba desvencijado y olía a noches de Jazz y Blues. Al fondo un escueto escenario para tres o cuatro elementos y ya. A la derecha del mismo salía el pasillo que daba a los aseos.
En el cuarto de Man, a la derecha de la taza se desparramaba el cuerpo de un varón de unos 50 años que presentaba al menos 7 impactos de bala en el tórax.
-. Vaya suicidio más aparatoso – Indico el inspector.
De pronto todo se paró, como si acabara de pasar un ángel. Se miraban unos a otros. ¿Seguro que somos policías? Alguno dudaba de haber acabado la oposición. Mira que si ahora resultan que soy bombero o guarda jurado.
-. Disculpe señor inspector, pero todos los aquí presentes pensamos que podría ser un asesinato.
-. ¿Y en que se basa esa suposición?
-. No sé, siete tiros a bocajarro en el pecho dan que pensar. Los suicidas se suelen pegar uno y en la cabeza.
-. Como supuesto, no está mal planteado, pero yo insisto en el suicidio. Habéis buscado si tenia una carta de despedida o algo que nos indicase lo mismo. – En ese momento sin que lo viera nadie tiro un llavero hacia el pasillo y mientras todos volvían la cabeza para ver que había sido, el inspector Yon Losmatto, soltaba de un bolsillo de su gabardina un sobre que se deslizaba hacia el lado derecho del retrete.
Después de volver otra vez las cabezas, todos se pusieron a buscar algún indicio que les pudiese indicar algo de lo que pensaba el inspector.
-. Aquí hay un sobre. – Soltó uno con cara de póker ya que menos fregarlo había limpiado de arriba abajo el cuarto para buscar cualquier tipo de prueba.
-. Ábrelo y léelo para ver si dice algo que nos pueda ayudar.
El otro, con los guantes de látex puestos, cogió con parsimonia el sobre, lo abrió, saco y desdoblo lo que parecía el clásico folio y empezó a leer.
“A quien corresponda, Juez, Jueza o Juece, este escrito sirva para despedirme de este mundo, sin culpar a nadie de lo mismo. Gracias y un abrazo para todos”
-. Lo veis, lo que yo intuía. – Según decía esto, iba saliendo por la puerta para volver al despacho.
-. ¿Ya se va Inspector? Me han dicho que ya se jubilaba.
-. Si, hoy es mi último día. – Que si no ando listo me lo joden.