La tarde caía cuando Ana, una joven camarera de un bar del centro de Madrid, entró al baño para hacer la limpieza de rutina y se encontró con una escena que la dejó sin aliento. Un hombre yacía en el suelo, sin moverse. La mujer intentó reanimarlo, pero sabía que era demasiado tarde. El hombre estaba muerto.
Sin pensarlo dos veces, Ana llamó a la policía. La policía llegó al lugar y comenzó a hacer preguntas a todos los presentes, pero Ana tenía sus propias sospechas y en su mente comenzó a maquinar una idea. Uno de los clientes que estaba en el bar esa tarde, había estado actuando de manera extraña, y ella no podía sacarlo de su cabeza.
Decidió comenzar su propia investigación, haciendo preguntas discretas a los demás clientes habituales, pero sin levantar sospechas. Finalmente, encontró a alguien que la ayudaría. Pedro, que frecuentaba el bar y que conocía a Ana y a todos los clientes, se ofreció para ayudarla a encontrar al asesino.
Los dos comenzaron a hacer preguntas discretas, pero no eran capaces de lograr ninguna pista. Finalmente, tras todas las preguntas que hizo la policía, los testigos desalojaron el bar pero Ana se dio cuenta que del abrigo de su sospechoso sobresalía un objeto extraño.
Ana y Pedro lo siguieron y acorralaron al sospechoso en un callejón oscuro. El hombre negó haber matado al hombre del baño, pero Ana estaba segura de que estaba mintiendo. Ana se puso a gritar y Pedro lo agarró fuertemente del abrigo y comenzó a zarandearlo.
De repente, cayó al suelo el cuchillo que llevaba en el abrigo. El asesino lo recogió y se enfrentó a ella. Ana estaba asustada, pero no podía dejar que el asesino escapara. Lo enfrentó y comenzó una pelea violenta. En el momento en que Ana y Pedro parecían estar a punto de perder la pelea, llegaron los policías y detuvieron al sospechoso.
Ya en el bar los dos solos, Ana estaba exhausta pero aliviada. Giró la vista hacia Pedro y lo abrazó en señal de agradecimiento. Pero en ese momento, todo cambió. Pedro se apartó de ella y sacó otro cuchillo. Ana se quedó sin aliento, sin comprender lo que estaba sucediendo. Él la miró con una sonrisa sádica en el rostro y se burló de ella por haber sido tan ingenua. Le explicó que había sido él quien había matado al hombre del baño, y que había fingido ayudarla para estar cerca de la escena del crimen y manipular la investigación. Él puso el cuchillo en el abrigo del sospechoso. La había utilizado como un títere en su juego sádico, y ahora, ella no podía hacer nada para detenerlo.
Pedro ató a Ana en una silla que colocó en la cocina del bar, encendió el gas de todos los fogones y se despidió <<“Adios Ana, gracias por todo, de no ser por ti no habría podido escapar de esta miserable vida”>>.