La noche era más oscura y fría de lo habitual. Podía sentir mi aliento, blanco y denso, lejos de ninguna parte, donde no había peligro. Estaba cansada de hacer lo mismo de siempre. Me sentía sucia. “Otro día de trabajos forzados”, mencionó él algo resignado. Los restos yacían dentro del improvisado hoyo, algo congelados y podridos. Lo peor de todo es que me había acostumbrado a masticar aquel olor nauseabundo.
Lo que estaban realizando allí era imperdonable. Pero, aun así, no podía evitar sentir admiración hacia él. Se desenvolvía con una gracilidad y coordinación pasmosas, tanto que podía llegar a asustar. Lo tenía todo calculado al milímetro. Sin embargo, a diferencia de él, yo era impredecible, imprudente. Estaba demasiado nerviosa cuando debería sentirme acostumbrada. Estaba siendo un crimen vergonzoso. Recogimos las palas y comenzamos a cubrirlo con tierra húmeda.
Cuando me di cuenta de lo que había sucedido durante nuestra ausencia, deseé inculparlo por no haberme recordado que hiciera lo que se suponía que tenía que hacer. Me obligué a ello, pero no fui capaz. Fue mi responsabilidad en realidad. Me había fallado a mí misma de nuevo. Juré que no volvería a hacerlo, que no volvería a olvidar.
Cuando terminamos, él parecía que estaba pasando el mejor momento de su vida, orgulloso del trabajo bien hecho.
– ¿Qué? Es realmente gracioso. Parece que estamos ocultando un cadáver – dijo al ver mi cara de indignación.
– Pero en realidad no es divertido, papá – acerté a decir entre balbuceos -. Y sí es un cadáver. Espero que mamá no lo note.
– Yo también lo espero, pequeña. No me gustaría ver su rabia descontrolada de nuevo, especialmente con este tipo de cosas. Ya sabes cómo se pone – dijo mientras abría el coche -. Pero tú estabas a cargo de esto.
– ¡Sí, lo sé! – grité mientras cerraba la puerta del copiloto de un portazo -. ¡No tengo ninguna excusa, pero las plantas son de ella, no mías!
Cuando el coche comenzó a rodar, el silencio se apoderó de nosotros. Detrás dejamos nuestro pequeño crimen. Siempre me perseguirá la culpa. Intentaré regar las plantas la próxima vez, lo juro.