ÉL:
Ella era el amor de mi vida ¿Cómo podía estar con otro? Abrí las páginas amarillas y busqué un detective. Concerté una cita. «Esto era de locos». Últimamente estaba sospechosamente extraña: la encontraba de madrugada enviando mensajes, se metía en el baño para hablar, cuando le preguntaba mostraba evidentes signos de incomodidad. ¿Me estaría engañando? Este pensamiento fue creando forma. Lo tenía claro. Sí, era eso.
La reunión con el detective fue un desastre, la minuta que cobraba era
desorbitada y decidí ser yo el investigador. Hallé una tienda de disfraces y compré una gabardina con sombrero y gafas. Pedí en el trabajo unos días libres.
ELLA:
Salí al balcón a tender la ropa y al mirar algo me llamó la atención. Allí estaba mi marido disfrazado. Sí, era él. Últimamente hacía muchas tonterías. Yo había intentado llevarlo todo con absoluta discreción, pero él sospechaba. Estaba perdida: mi hermana era la solución
– SOS. Kati tienes que ayudarme. – Le dije. Ella se encargaría de todo. Y yo decidí torturarlo.
ÉL:
Seguí a mi mujer sin que se diera cuenta. Estuve tres días persiguiéndola de tienda en tienda. Estaba por tirar la toalla cuando el último día Lucy me comentó que tenía una reunión con unos posibles socios en un hotel de las afueras. Había quedado con su jefe, ¡Eureka!, ya la tenía.
– Por cierto Lucy, ¿cómo se llama el hotel? es por simple curiosidad. – comenté. Ella me miró mientras se maquillaba.
– El hotel Marítim, cariño. -dijo. Me lanzó un beso mientras se ponía un vestido espectacular.
–¿No crees que te estás arreglando mucho? le dije
–No, es con gente importante. -comentó ella.
–Por cierto -continuó- ¿qué te parece si después vienes y cenamos allí?
Mi cara debía ser un poema. ¿podía ser más descarada? Sonreí asintiendo.
ELLA:
Él todavía no sabía nada, respiré aliviada.
–Por cierto, cariño, podrías ponerte el traje nuevo. Es un hotel de cinco estrellas. Él me miró y me volvió a sonreír.
Salí de casa, un coche me estaba esperando. Subí y comprobé por el espejo que mi marido subía precipitadamente al nuestro. Había empezado a seguirnos. Llegamos al hotel. Avisé:
–No le dejen entrar todavía. – les ordené.
–ok, seguimos instrucciones.
ÉL:
Intenté entrar pero no me dejaron. Intenté colarme por un ventanal, pero esta vez me retuvieron.
En que lío me habia metido. Entró un hombre:
-Seguridad del hotel. Está usted en un buen problema, amigo. -dijo.
Se volvió y sacó un smoking.
-Póngaselo. Tiene que acompañarme.
Yo lo hice sin hacer preguntas. Se abrió una puerta. Entré. Se hizo la luz. Allí estaba ella, acompañada de todo aquél que en algún momento había sido importante en vida. Era mi cumpleaños. Lo había olvidado por completo. La miré, ella me miró y los ojos se me llenaron de lágrimas.