— ¿Cómo crees que ha llegado hasta aquí?
— No lo sé, pero eso es lo que debemos averiguar. Ese es nuestro trabajo, ¿no?
Un guiño y una sonrisa fueron la implícita respuesta a la pregunta retórica.
La mañana ya estaba bastante avanzada; algunos transeúntes eran visibles en las inmediaciones aunque, extrañamente, nadie parecía poner demasiado atención a la escena. ¿Acaso estaban ya acostumbrados? ¿Acaso eran tan insensibles?
Una señora de paso firme y rápido desfiló justo por el lado de los detectives y les dedicó una sonrisa, pero siguió su camino sin preguntas y sin que su rostro evidenciara la menor sorpresa.
— ¿Crees que no les importe?
— Yo creo que están acostumbrados y demasiado ocupados en sus cosas.
— ¡Venga, como sea! A lo nuestro.
— Vale, para eso estamos aquí.
Ambos detectives examinaron el cuerpo con detenimiento, tal como habían hecho en otras ocasiones. Si bien no había rastro alguno de violencia, el color no dejaba lugar a dudas. No se atrevieron a moverlo, después de todo no querían contaminar la escena con sus huellas. Esa era la primera regla.
— ¿Qué piensas?
— Que no ha llegado hasta aquí por sí mismo.
— ¿Qué te hace pensar eso?
— ¿Te parece normal encontrar algo como esto aquí en la orilla de la acera y a este lado del muro?
— ¿Sería menos serio si estuviera del otro lado del muro, fuera de vista?
No hubo respuesta.
— ¿Qué dirían los personajes de esos libros que lees?
El otro detective sonrió e hizo el ademán de soltar alguna frase famosa, pero un ruido inesperado activó todas las alarmas.
Con agilidad felina, propia de agentes bien entrenados, ambos se arrimaron al muro atentos y listos para entrar en acción. Armas desenfundadas, músculos en tensión, inspeccionaron los alrededores tan lejos como su vista les permitió.
— ¿Qué fue eso?
— ¡Silencio!
Aguzaron sus oídos cuanto les fue posible, dado que su vista no proporcionaba las pistas que necesitaban.
— ¿Crees que están tras nosotros?
— Puede ser, sabes que no estamos seguros en ningún lugar.
— ¿Qué hacemos con el cuerpo?
Silencio durante algunos segundos. La calle estaba desierta.
— Tendremos que dejarlo donde está.
— ¿Es en serio?
— Nuestra seguridad es lo primero; si acaban con nosotros no resolveremos ni este ni ningún otro caso.
— ¿Sacaste eso de alguno de tus libros?
Esta vez el ruido fue más intenso, más cercano. Las miradas se cruzaron; en el fondo sabían bien lo que les esperaba.
— ¿Tenemos alguna oportunidad?
— ¿Alguna vez la hemos tenido?
— ¿Sigues en personaje?
— Siempre.
Y ahora no hubo lugar a dudas. La voz que les llamaba se escuchó en toda la calle.
— ¿Y el cuerpo? ¿Se quedará allí?
— Pobre pajarito, pero nada que hacer… mamá ya está de humor para una zurra.
— Más vale que regresemos ahora. ¿Hasta la tarde?
— Debo hacer la tarea… y tú también, nada de escaparse —un guiño.
— Mañana seguimos entonces —un suspiro.
— Sí, mañana resolvemos el caso.
— ¿El mismo?
— Da igual, el trabajo de un detective nunca termina…