Un primer encargo.
Flor Fernández Salgado | FLOR

Tenía que hacer muy bien ese primer encargo porque había decidido profesionalizarse. Se le había ocurrido la idea harta ya de leer los sucesos en los que siempre predominaba la noticia de o bien una violación o de un secuestro de niñas y mujeres con asesinato final.Se decidió con la última desaparición de la que se había enterado hacía unos meses.
Se puso en contacto con los familiares de la víctima y , como ya estaba jubilada, se dedicó en cuerpo y alma a investigar.
Sin saber mucho de esto de hacer pesquisas tiró de sentido común y lo primero que hizo fue hacer el mismo recorrido que le habían dicho que, suponían,había hecho la muchacha. Instituto, comedor y quedada con amigas en un bar de su barrio que no quedaba muy lejos de su casa.
Las amigas le dijeron que la chica se había quedado en el bar otro rato porque quería hablar con el hijo del dueño de la tasca, pues era su novio. Le pareció sospechoso que el padre, cuando ella le preguntó, le contestara con evasivas detrás de la barra. Y cuando vio al hijo se fue a por él, este le contestó nervioso y de muy malas maneras. Comenzó a decir arrebatado que ella era una mujer muy celosa, que lo había encontrado hablando con otra mujer y se había vuelto loca, increpándole e incluso insultándole.
Le pareció extraño que ni preguntara por ella y cuando las amigas le confirmaron que era él el celoso y siempre la tenía vigilada y sometida, ella supo que tenía que matarlo.
Y debía ser certera y profesional si quería dedicarse a ser la vengadora de mujeres maltratadas, vejadas y asesinadas.
Así que terminó de acuchillar una sandía y cerró la puerta con la navaja en la mano.