UNA EXPLICACIÓN
Juan López Guijo | Juan L. Guijo

Sabía perfectamente que no podía tratarse de un error. Llevaba 3 años en este caso. Conocía todos los actos, escenarios y a todos sus actores, aunque le faltaba este último, el principal. Incluso se había vuelto a vivir a Oviedo, la ciudad que la vio crecer desde que llegó de Kabul con su familia, y que dejó para irse a Madrid al conseguir su sueño de ingresar en el Cuerpo de la Policía Nacional como inspectora.

Volvió a Oviedo para impregnarse de su ambiente, de su atmósfera, respirar la misma atmósfera que respiraría su objetivo, decía ella. Ese objetivo que empezaba a sentir que nunca llegaría a atrapar, la persona a la que le seguía la pista desde hace 3 años, la cabeza pensante de aquella organización que intoxicaba las calles de los pequeños pueblos asturianos y cántabros con la más burda cocaína.

Su mundo ahora, tras abrirse aquella puerta, se desplomaba. Pero era allí, en aquel piso. Era la dirección que su infiltrado había conseguido. Costó meses a su unidad y a ella introducirlo en aquellas calles a altas horas de la noche, en aquellos antros, hasta que poco a poco se hizo conocido en el mundo de la droga como un consumidor más pero con aspiraciones de emprendimiento en el “business”. Fue así como consiguió citarse con la punta de lanza de aquel cártel, aprovechando además que la organización estaba en horas bajas tras los arrestos de varios de sus miembros, todos ellos consagrados al voto de silencio y del dinero prometido para cuando saliesen de prisión.

Ese estado de shock que la abordó al abrirse la puerta, la transportó al momento en que, con 7 años bajaba de aquel avión militar cogida de las manos de su padre y de su madre. Ambos llevaban en dos petates los únicos restos materiales que podían resumir los recuerdos de toda una vida. Fue en un caluroso mes de Julio de 2021 cuando aterrizaban en la base de Torrejón de Ardoz tras ser evacuados de emergencia de la ciudad de Kabul, su ciudad natal. Su padre había sido colaborador del CNI durante la ocupación internacional que retenía el avance de las fuerzas talibanes, y tras el anuncio de la retirada de tropas por parte de EEUU del país, a su familia se le ofreció la posibilidad de ser acogidos en España como refugiados. Desde ese momento, Oviedo sería prácticamente la ciudad natal de Nadia, aunque ella nunca olvidaría sus raíces, a pesar de no haber vuelto jamás a Kabul. 30 años después, la situación no podía decirse que había mejorado especialmente.

Y fue así como esa voz que claramente reconocía, desde el otro lado de la puerta, la trajo de vuelta de nuevo al mundo real:
—Hija, he intentado retrasar este momento todo lo que he podido, pero sabía que sería inevitable, pasa —Nadia entró en aquel piso, con la mirada como ida, sin pestañear—. Siéntate, todo acaba aquí. Lo haremos fácil. Pero antes, te debo una explicación.