La habitación estaba en penumbras, un puro aún encendido daba señales que en apenas unos minutos antes Leocadio estaba vivo.
Carlos agarró del brazo a su compañera y la detuvo obligándola a mirar hacia el suelo en dirección a la chimenea. Allí se veía el cuerpo tendido del anciano, un octogenario, abuelo de Mercedes, mujer de Luis Miguel, amigo íntimo de Carlos.
– La puerta estaba cerrada con llave. – dijo Carlos a Sonsoles, su compañera. – La criada antes de irse ha notado algo raro por eso nos ha llamado. – continuo explicando él
– – ¡Qué raro todo! – exclamó Sonsoles. – ¿Por qué no habrá llamado a su nieta? – preguntó ella. – lo más lógico es que la hubiese llamado a ella antes y ella a ti. – terminó diciendo
– No sé, en estos casos reaccionamos sin mucho sentido, pero claro es que la puerta estaba cerrada y la mujer no lo vio tendido en el suelo, a no ser que… – se quedó pensativo al decir esto último
– Habrá que decirle que venga, creo que se fue a la cocina, voy a ver. – se ofreció Sonsoles
Al cabo de unos segundos volvió a entrar en la habitación con la mujer, una mujer de unos cuarenta años de edad.
– Entonces. – empezó a hablar Carlos dirigiéndose a la criada. – Estabas a punto de abrir la puerta de la calle cuando algo te llamó la atención, ¿cierto? – le preguntó
Azucena, la asistenta, asintió sin decir nada.
– De acuerdo. – continuó Carlos. – Volviste a la habitación de Leocadio, llamaste a la puerta, nadie te contestó, quisiste entrar y viste que estaba cerrada, ¿no? – le volvió a preguntar
Azucena volvió a asentir sin mediar palabra.
– ¿En ningún momento no oíste pasos, ni ruidos ni nada que te hiciese sospechar que había alguien mas en la casa? – pregunto de nuevo él
– Nada, no oí nada. – contestó ella por primera vez hablando
– Pues esto no nos deja mucho para investigar, está claro que tú tuviste algo que ver con su muerte, a no ser que sepas algo que nos quieras contar, hoy vas a dormir en comisaría. – le confesó Carlos
Sonsoles mientras Carlos interrogaba a la chica se dedicaba a registrar la habitación buscando alguna prueba que la ayudara a librarse de la acusación. Sentía que ella no era la culpable, pero hasta el momento todo le apuntaba.
Se quedó embobada por un momento con el fuego de la chimenea mientras pensaba que había podido pasar allí esa tarde. Algo llamó su atención, caía como polvo de ceniza del tiro de la chimenea, ¡que raro! pensó. – nunca había visto esto antes, pero claro no puede ser que alguien esté ahí, se estaría quemando. – seguía diciéndose a sí misma. Se giró hacia su compañero y con la mirada le indicó que se acercara. Al oído y en voz muy baja le dijo lo que pensaba. Carlos se agachó y allí lo vio escondido era su amigo Luis Miguel.