UNA MUERTE DIVINA
MARÍA ASUNCIÓN RODRIGO ARRIBAS | MURERO

MUERTE DIVINA

Viernes por la tarde, fin de semana largo por delante. El parte meteorológico augura temperaturas agradables.
La casa de la playa está cerrada desde octubre, es el momento de ponerla en marcha.
Cuando Claudia y yo propusimos a los chicos el plan del finde, Marcos saltó de alegría y Julia puso morro; tenía planes en Zaragoza. Tuvimos que negociar.
Apenas acabo de llenar el depósito en la gasolinera low-cost cuando suena el móvil, es mi jefe.
Miro resignado a mi mujer y le doy al botón de responder a la izquierda del volante.
── Es urgente, Luis.
No son necesarias más explicaciones. En apenas media hora estoy de nuevo en la comisaría.
Mi mujer le ha promete a Marcos cena en el McDonald`s y Julia, pegada a su móvil, ha retomado sus planes.
── ¿De qué información disponemos? ──pregunto
── Cura, 43 años, colombiano. Se desplomó en el altar tras convulsionar al tomar la hostia consagrada.
── ¿Qué dice el forense?
── Batracotoxina en sangre en cantidad ínfima.
── Ínfima pero letal ──murmuro
El forense nos acompaña hasta la fría mesa de acero inoxidable en la que yace un hombre moreno, atlético y guapo.
── Apenas dos microgramos de batracotoxina en sangre y fuerte golpe en la cabeza producido por la caída ──nos dice abriendo los brazos en señal de “lo siento, es todo”.
Al día siguiente comienzo la investigación en el pueblo en el que ocurrieron los hechos, a escasos 8 km. de la casa de mi madre, que me promete unos jarretes de ternasco a la hora de comer que me hacen salivar cual perro de Pávlov.
Recorro iglesia y sacristía sacando fotos, tomando huellas…… mientras el silencio que reina en el lugar me sobrecoge.
El cáliz dorado sigue tirado en el suelo para disgusto de la sacristana que, convencida de que el cuerpo y la sangre de Cristo están dentro, lo hubiera querido recoger en el sagrario abierto y vacío.
Mi madre me habla de los comentarios que ha suscitado la muerte del sacerdote al que todos apreciaban en la comarca.
── Pero yo, ya sabes hijo, oír, ver y callar.
Me cuenta que el lunes hizo una visita guiada al convento de las dominicas organizada por el club de jubilados , me habla de la vida de clausura de las pocas monjas que lo habitan, de la capilla y del jardín con su delicioso estanque con nenúfares y ranas. Calla, supongo, al ver que me he quedado traspuesto.
No me voy a Zaragoza sin pasar por el convento al que accedo con facilidad mostrando la placa en el torno a la voz de “Ave María Purísima”.
Con los nenúfares conviven las ranas amarillas de las que, calentándolas, se obtiene el veneno letal que mató al cura.
La encargada de hacer artesanalmente las hostias es la hermana Cándida que vino de Colombia a pasar el resto de su vida entre las rejas de un convento, rejas que va a cambiar a partir de ahora.