Corría el año 1952 en el sur de Michigan cuando Grace se despertó por un fuerte estruendo proveniente de la calle. Inmediatamente y casi de un impulso, se abalanzó de la cama convencida de que los gritos que estaba escuchando eran los de su hija Meghan.
Las agujas del reloj aún no marcaban la media noche y aunque había sido un día bastante soleado, de fondo se escuchaban algunos truenos.
Su corazón comenzó a latir con una fuerza con la que nunca antes lo había hecho. Tenía una sensación muy extraña. Algo le hacía presagiar una terrible desgracia.
Aquella tarde Meghan había estado ensayando su trabajado de fin de carrera con uno de sus compañeros de clase, Oliver. Grace les había dejado preparada la cena porque no se encontraba bien y pretendía acostarse pronto. Era domingo y el lunes tenía una reunión muy importante a las afueras de la ciudad para la que tenía que madrugar mucho.
Grace corrió hasta la habitación de su hija y fue a toda velocidad hacia la ventana abierta.
Al asomarse, 10 metros más abajo sobre el suelo mojado por las primeras gota de lluvia, yacía el cuerpo visiblemente inmóvil de su hija, en la penumbra de una noche que comenzaba a tornarse siniestra.
Su corazón pasó de la taquicardia a estar unos segundos sin latir cuando comenzó a gritar el nombre de su hija sin obtener respuesta alguna.
Tan solo 2 minutos más tarde, los que tardó en bajar las escaleras del edificio, sostuvo a Meghan entre sus brazos. De fondo, las sirenas de la policía y la ambulancia sonaban cada vez más cercanas. No se movía. No respiraba. Meghan estaba muerta.
Las pruebas de la autopsia revelaron que se había precipitado por la ventana y sobre su cuerpo no había ningún indicio de abuso ni agresión.
Grace estaba convencida de que su hija no tenía motivo alguno para quitarse la vida, y sus sospechas apuntaban directamente a su compañero Oliver.
La policía detalló en su informe que aquel joven era un estudiante modelo. No tenía antecedentes policiales, ni siquiera una multa por mal estacionamiento. Educado en el seno de una familia cristiana y en los colegios con más prestigio de la ciudad, estaba a punto de licenciarse en Psicología. Aunque su nombre había aparecido en periódicos muy prestigiosos a nivel nacional, siempre había sido en términos elogiosos.
De repente, Grace se despertó sobresaltada. Era el timbre de su casa. No sabía cuánto tiempo llevaba recostada sobre aquel sofá. Podía haber sido una siesta como cualquier otra, sin embargo sintió una inquietud repentina.<<¿Qué significaba ese sueño que había sentido tan real??>> pensó sobresaltada.
Se sentó en el borde del sofá y se quedó en silencio, escuchando de fondo el timbre que no dejaba de sonar.
De pronto Meghan salió corriendo de su habitación dispuesta a abrir la puerta. “Es Oliver, viene a ayudarme con el trabajo de fin de carrera”, le dijo a su madre al tiempo que se acaldaba pelo mirándose al espejo.