UNO DE TRES
FRANCISCO PARRALEJO BABIANO | Pacopá

Mi nombre es Jean Lafolie. Soy francés, nací en Marquise en 1868, y esta historia que voy a compartir con ustedes, comenzó en el 86. En ese año partí del puerto de Calais hacia el de Dover, en Inglaterra. Contaba con dieciocho años, y mi destino era Londres. Emigré allí porque mi tío Marcel me ofreció trabajar con él y con mi tía Louise, en la carnicería que regentaban en el barrio de Whitechapel, en el East End.
Averigüé, con deleite, cómo empleaban mis macabros tíos su tiempo de ocio.
Muchas personas nos conocieron en esa época como «Jack the Ripper». A través de los periódicos y de sus titulares sensacionalistas, el pueblo de Londres se impregnó del horror de saber que había una bestia suelta dentro de una ciudad plagada de personas sin rumbo, de miseria controlada por el gobierno, y de la hambruna que inundaba sus calles.
En mi caso particular, solo acertaron con la J inicial. Supongo que por pura coincidencia, o por intuición periodística. En cuanto a mis tíos, jamás consiguieron hilar más allá de la especulación más infantil. La investigación policial se convirtió, a nuestros ojos, en un juego de la gallina ciega interminable. Nunca comprendimos qué extrañas pistas fueron las que hicieron a Scotland Yard obstinarse en acotar sus pesquisas en esa dirección.
Hoy en día, yo espero con vehemencia que me localicen. Que tumben la puerta de mi habitación, me trasladen a la City, y me cuelguen en la prisión de Newgate, delante de cientos de personas gritando nuestro nombre al unísono, clamando por la más suprema de las venganzas.
Y digo yo, ¿No merece el artista acabar el último acto con un final apoteósico? ¿Cuál es el sentido de una vida cualquiera si no culmina de forma sublime? ¿Qué es un actor sin su público?
Me gusta pensar que esta escena se producirá ante una corte de mirones deseosos de saldar cuentas con el Jack incrustado en sus cerebros, o con el deleznable Destripador de sus más oscuras pesadillas.
Finalmente, si logran encontrarme, no conseguirán entender la excelsa complejidad de lo que hicimos. Y no todo habrá terminado, ya que solo habrán podido acabar con uno de nosotros tres.