VARÓN 27 AÑOS
Alvaro Pérez Vilariño | Ray A. Way

Seguramente su muerte no fue nada original. No murió por Esparta ni Roma. Tampoco defendiendo al mundo libre del nacismo en un teatro del Paris ocupado. Ni siquiera inoculándose una bacteria para desarrollar la cura contra algo. Ya no digamos, descubriendo un nuevo mundo, explorando la Antártida o de la manera más absurda. Casi con total seguridad no fue nada heroico. No sabemos absolutamente nada de ese hombre. Y aún así estamos investigando que pudo haberle pasado. Para eso somos policías, le dice el más mayor al joven impaciente.
Lo que si sabe la historia, es que dio dos besos, uno a su futura mujer y otro a su perro, que parecían normales, casi hasta rutinarios. Y el nunca supo que fueron los últimos.
A partir de ese momento la secuencia de sucesos se difumina de una manera tal que solo tenemos un cuerpo desmembrado en su columna y el resto conservado como si tal cosa debajo de un charco hondo en la ribera del río.
No sabemos si llego hasta ahí por su propio pie o lo llevaron.
Si sabemos que el agua ha inflado de tal forma el cadáver que, aunque lo conserva, no se aprecia signo violento alguno del que tirar.
Sabemos, también, que han pasado más de dos años desde su desaparición. Ya somos conscientes, finalmente, de que el desaparecido, murió. Ya no será más el de la foto de carnet en un cartel colgado en la farola, en el cristal de la frutería de su barrio, ni en las redes sociales de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, pregonando un DESAPARECIDO definiendo sus rasgos, altura y edad. Tampoco habrá que esperar a los plazos legales para declararlo fallecido. La ley ya no puede hacer ni eso, la vida o mejor dicho la muerte, se le ha adelantado, como otras tantas veces. Ya no computan, ya no corren. Ya está todo, él está muerto.
Ahora toca la parte más dura, romper el alma a la que todavía tenía la esperanza de encontrarlo con vida. Diciendo palabras escritas en un viejo manual de policía que todos repiten a pies juntillas sin llegarse a plantear lo que hacen, como un cajero pasando productos en supermercado. Ella, la que ya nunca será su mujer. Todo se ha quedado ya en un futuro que nunca se dará. El futuro que lo fue cierto, paso a incierto y ahora huele a muerto. A partir de ahora ella tiene que vivir sabiendo la verdad más cruda. Porque mientras hay esperanza, tiene sentido vivir, no precipitarse como Romeo y Julieta y ser el ser paciente del que escribió Machado en unos de sus poemas. Pero ahora ya ¿que?.