VÍA DE ESCAPE
MARÍA JOSÉ DOMINGO CÁNOVAS | VALENTINA CÁNOVAS

El destello azul intermitente rompía la tranquilidad de la noche con total descaro, sin embargo, se veía amortiguado de alguna forma por el incesante estruendo de la alarma que no cesaba en su empeño de ahuyentar a los asaltantes.
Mientras, Fabián miraba absorto hacia lo alto del muro, sintiéndose diminuto ante tan soberbia construcción, intentando dilucidar cómo era posible que alguien hubiera trepado hasta allí arriba con tal facilidad como para desaparecer sin dejar rastro en apenas unos minutos.
El destrozo en el interior de la casa evidenciaba que los atracadores buscaban algo muy concreto y de gran valor, aunque los propietarios insistían que no tenían posesión alguna o cantidad de dinero que mereciera la pena robar.
¿Quiénes eran? ¿Qué es lo que buscaban entonces? Era todo un misterio.
Además, nadie los había visto, en realidad, tampoco se sabía con seguridad si se trataba de una o varias personas.
Lo único que se sabía a ciencia cierta es que alguien se había colado en el domicilio de la familia, que había revuelto la vivienda destruyendo a su paso cuanto encontró y después se había desvanecido como un suspiro en el viento.
Mientras algunos policías interrogaban a la familia y vecinos, Fabián seguía inspeccionando la supuesta vía de escape, la alta y escarpada tapia de aspecto inaccesible, con el ceño fruncido y los labios apretados en una extraña mueca, algo le rechinaba en la cabeza, aunque no sabía definir qué era, aun así, había algo extraño en todo aquel embrollo.
Revisó tras las enredaderas por si había alguna puerta secreta, tal vez ganchos o mosquetones clavados en la pared, una cuerda colgada, una escalera apoyada… nada, no había nada, no podía ser que hubieran huido con esa facilidad.
Estaba claro que los asaltantes conocían a la perfección los accesos a la vivienda, para poder entrar y salir sin haber dejado ni rastro, concluyó Fabián mientras continuaba con su inspección del muro, alto y sólido como una fortaleza inexpugnable.
Reparó en que algunos de los destellos azules procedían de un equipo de sanitarios, lo cual sólo indicaba que, además, en el asalto alguien había resultado herido.
Y no sólo eso, un par de policías aparecieron de la nada llevando a un hombre engrilletado cogido por los codos, doblados en un giro forzoso y antinatural, que le hacía juntar sus muñecas por detrás de sí.
Un momento… ¿Qué se había perdido? Algo estaba pasando, pero había estado tan absorto observando la tapia que no se había dado cuenta que la acción se había desarrollado dentro.
Siguió mirando hacia arriba, hacia lo alto del muro, los ojos vidriosos, buscando el resquicio por el que se podía volar libre, una bocanada de aire lo hizo volver al pie de la tapia, mientras los sanitarios le practicaban la reanimación cardiopulmonar, de repente, entendió lo que había pasado y toda la verdad giró a su alrededor hasta caerle encima.