Puto despertador, eso es lo que pasó por la cabeza de Salvador cuando el zumbido le despertó, se sentó en la cama mientras una tos profunda salía de sus maltrechos pulmones, hacía ya dos años que no fumaba, pero su cuerpo aún se quejaba, de que buena gana echaba ahora un pito, alcanzó el vaso que había sobre la mesita de noche, nada como un buen trago de whisky caliente de marca blanca para desayunar, hace tiempo que el licor bueno no aparece por su vida, realmente desde que tuvo que cerrar el despacho de detective privado que regentaba en una de las principales calles de la ciudad.
Con el vaso lleno de nuevo encendió el ordenador y abrió el correo electrónico, nada nuevo, solo spam, espera, un mensaje distinto, de ella, solo un número de teléfono y un “Llámame, te necesito”. Iba a ser poco whisky. Estuvo a punto de eliminar el mensaje, pero le pudo la curiosidad:
– Buenos días, Salvador Granados, tengo un mensaje para llamar a este número – Dijo, intentando parecer lo más aséptico posible.
Después de unos segundos, que parecieron eternos, una voz de mujer, su voz, respondió.
– Hola Salvador, cuanto tiempo.
Al oírla, la memoria del detective se llenó de imágenes de ella, bebió otro trago y contestó.
– No esperaba volver a saber de ti.
– Yo tampoco, pero te necesito… profesionalmente.
No sabía si eso le satisfacía o le decepcionaba, esa mujer le había destrozado la vida, pero aún la amaba, más de lo que estaba dispuesto a reconocer, menos aún a ella.
– Tú dirás
– Mi marido ha desaparecido.
Si ella supiera que eso es lo que él llevaba deseando desde que la conoció, que el marido, el famoso empresario con contactos que le había arruinado su carrera, desapareciera.
– Explícate.
– Se fue a trabajar hace dos días, como siempre, y no ha vuelto a casa.
– ¿Suele ausentarse sin avisar?
– No, desde lo nuestro – Ese “Lo nuestro” le dolió como una puñalada en el pecho – no lo ha hecho nunca.
– ¿Has recibido alguna llamada? ¿Alguna petición de rescate?
– Hasta ahora nada, por eso te he llamado, he preferido hacerlo a ti antes que a la policía.
– ¿En su oficina saben algo?
– He hablado con su secretaria, salió de trabajar anteayer como siempre, pero desde el coche envió un mensaje avisando de que estaría unos días fuera. He llamado a su móvil, pero me da apagado o fuera de cobertura.
– Es extraño. Creo que lo mejor que puedes hacer es llamar a la policía, ellos tienen más medios, yo ahora me dedico solo a casos de infidelidades – intentó decirlo con cierto retintín.
– Vaya, lamento oírte decir eso, esperaba… que me pudieras ayudar.
– Creo que no soy la persona más adecuada, solo es eso.
– Gracias, adiós.
– Adiós.
Apuró el licor que quedaba en el vaso. Abrió el cajón de la mesa y sacó el smartphone del maridito. Tenía que haberlo tirado al río como hizo con el cuerpo, lo haría hoy mismo, mientras se vestía no pudo evitar una carcajada que le hizo toser de nuevo, joder, que ganas de fumar.