Y POR ÉL, ENTRABA A MÉXICO
Jonay PMatos | MUTA

Y por él, entraba en México,
y por él, por ella, y por la chica que evitaba su nombre.
Cinco o seis, o más, que íbamos. La música no se oía, !la música brillaba¡, la sentía tan adentro de mí, que estaba a punto de abrirme en dos. Despedazarme en trozos de precioso cristal. Me cogió, de una mano. Me hizo volver ahí. Cuatro, éramos, sudando todo. Había mucha luz, no sé de qué día. Mi amigo, por el que habíamos ido a México conducía, conocía la carretera mejor que a su hija, todo lo comentaba, que sí a la izquierda esto, que sí a la derecha lo otro, y eso que era la primera vez que pasaba por ahí.
Las dos chicas eran francesas, Marie y la otra. La otra me gustaba, Marie también. Pensé, poco, que era un buen momento para enamorarme. Ellas iban en la misma dirección, así que las recogimos. Setenta kilómetros después apareció él: alto, flaco, blanco y con una tremenda papada. Nos ofreció de todo. Ya éramos cinco.
El corazón a mil, y desde hacía rato ya no iba sentado al lado de mi amigo, iba atrás, sin camiseta. No recordaba en qué momento me había cambiado y por qué.
Marie hablaba con el flaco, de comerse algo a medias. Unas pecas sudadas, pensé. Me fijé en los pelos muy negros aplastados en la frente, los aparté. A ella le gustó el gesto. Me dijo algo que no entendí. Sonreí y de una manotazo la a parté del lugar que me había robado. Hay pocas cosas por las que siento furia y esa era una de ellas.
Agua, patatas fritas, café de máquina. Estaba él, esperando a pagar la gasolina, unos chicles. Le pregunté por un lugar donde dormir esa noche. El negro mas guapo que había visto en mi vida viajaba solo. Le seguimos, ya éramos seis. Mi amigo no paraba de gritar al blanco que se estuviera quieto, que se pusiera el cinturón como las demás. Puso una canción de un grupo de su país. Salvo ellas, nadie entendíamos nada. La otra conducía, Marie pinchaba música. Mi amigo y yo íbamos atrás con la papada en el medio. Nos hacíamos señas estúpidas y bromeábamos con la idea de quién se acostaría primero con el negro.
La música no se oía !la música brillaba! ¡Una, dos, tres, cuatro, cinco vueltas y otra última! hizo que el coche volara tan alto que acabara encima del coche del guapo. Aplastando de inmediato la idea tener sexo esa noche. Fue lo único que pensé.