¡Yo soy el comisario José Luis Andrade!
Rayco González González | Stefano Di Novocastro

Siento el húmedo sudor escurriéndose por mi nuca mientras avanzamos por calles estrechas. La sirena suena inútilmente. No soporto al agente Gutiérrez, con su repugnante sobrepeso, sus dedos gruesos como salchichas moviéndose sobre el volante y su insoportable amabilidad. Su presencia no me permite estar suficientemente concentrado. Pero debo mantener la calma, todo debe estar bajo control.
Mientras nos acercamos a la escena del crimen, mi mente se acelera más de lo habitual. ¿Debería actuar como si fuera otro día en la oficina?
La prensa ya ha llegado. ¡Joder! Hay un topo. Pasamos el cordón policial y nos encontramos con otro agente. Me dice que han hallado huellas sospechosas y que la sección de criminal se encargará de estudiarlas. Ya habrá tiempo para ocuparse de esto. Soy el comisario José Luis Andrade. Yo selecciono lo relevante. Soy yo quien decide dónde y qué se debe investigar.
Después de consultar brevemente los informes periciales y hablar con todos los testigos que mis compañeros han identificado, me alejo lleno de satisfacción. El gordo Gutiérrez siempre a mi lado… Todo queda listo para cerrar el caso. Sabemos quién es el principal sospechoso. Solo debo hacer que todos vean cómo los indicios nos llevan indudablemente al autor. Salió de prisión hace solo un año… poco más de un año. Todos los elementos de su modus operandi se repiten: domicilio de la víctima, mesa servida con restos de comida y sin indicio alguno, estramonio… Ya veré cómo resuelvo lo de las huellas… Está claro, nadie dudará… ¿Todo lo que salga de esta interpretación? Pues muy sencillo: contaminación involuntaria o… mejor no pienses en alternativas…
El recuerdo de su rostro sepulcralmente pálido a la luz entrecortada que atravesaba la persiana y la penumbra de aquella sórdida habitación, me hace olvidar la presencia de Gutiérrez. Aquella palidez equivale al placer de una justa venganza impecablemente ejecutada… No quiso escuchar. No tenía otra salida… y si la había, era a costa de mi vida personal y laboral.
No debo olvidarlo nunca más: ¡yo soy el comisario José Luis Andrade!